lunes, 26 de marzo de 2012

“¡Dios hará algo tremendo!”


Texto: Éxodo 34:10 y Lucas 8:5-8
Es bueno sentirse amado y respetado. Dios también usa a las personas que nos rodean para traernos bendición. Sin embargo, nuestra confianza no debe estar puesta en la gente (puesto que todos podemos fallar) sino en el único que es infalible: Jesús.
En Éxodo 34:10 Dios suelta una palabra poderosa. La misma está dirigida a quienes conformamos su pueblo. Allí se agrupan tanto los maduros espiritualmente, como así también quienes todavía están luchando con la ansiedad y los altibajos emocionales.
En los tiempos de Moisés, el pueblo se caracterizaba por ser un tanto rebelde. No estaban acostumbrados a vivir en libertad y tomar buenas decisiones, puesto que en Egipto solo tenían la opción de obedecer como esclavos. Fue por eso que no llegaron a valorar plenamente la victoriosa salida del imperio para avanzar hacia lo que Dios tenía preparado.
Sin embargo, vemos a cada paso la paciencia y misericordia de Dios al guiarlos en su peregrinaje. 
Muchas veces vemos también en nuestra propia vida, reacciones de incredulidad e impaciencia, tal como se reflejaba en Éxodo. Hoy en día, nuestro corazón puede ser tentado a pensar que Dios no nos tiene en cuenta, o que no llega a ser del todo justo con nuestra situación. Sin embargo, lo que el Señor nos está recordando es que a pesar de lo que vean nuestros ojos, tenemos que depositar nuestra fe en Él y prepararnos para las maravillas que está por hacer!
Description: logo amarillo.pngSi el enemigo vino para traer enfermedad, muerte y destrucción; ¡Jesús vino para traer vida! No debemos perder el enfoque. Dios es tan poderoso que puede revertir cualquier circunstancia y ablandar cualquier corazón.
Dios está preparando milagros de sanidad, restauración familiar y liberación económica
¡Es tiempo de clamar por milagros de sanidad y maravillas! El Señor desea usar a su iglesia para soltar milagros creativos y traer sanidad física y emocional. Debemos prepararnos para ser canales de bendición a todo aquél que necesite de Jesús.
Y claro que también el Señor desea entrar a tu casa y traer restauración y paz. No hay nada como volver al hogar, luego de una jornada agotadora y encontrarse con amor y comprensión. Deja que Dios te guíe y permite que haga su obra en tu familia.
Lo tercero que Dios está por soltar es una tremenda oportunidad de ser libres económicamente. No es tiempo de conformarse sino de creer y actuar de acuerdo a como Dios nos enseña en las Escrituras. Ya no hay nada que sea imposible de resolver. Por tu confianza en el Señor y verás que toda escasez comienza a evaporarse para darle lugar a la abundancia! ¡Ya no te llamarán más desamparado sino que vendrán a buscar tu favor! (Isaías 62:12)
¡Nuestro Dios está vivo! Y quiere ayudarnos a crecer
No estamos esperando la respuesta de una estatua inmóvil sino que estamos enamorados de nuestro Dios poderoso y eterno. Y así como hay tremendas promesas que están por cumplirse, también hay lecciones que aprender. Para ello, es necesario disponer el corazón para entender y aplicar los preceptos de nuestro Creador (tal como podemos ver en Éxodo 34:11 donde se remite a no permitir la idolatría, por ejemplo).
El Señor desea que seamos libres de toda atadura para poder disfrutar de sus planes eternos. Es por

Las migajas de la cosecha




Cuando tenía dieciséis años, el pastor me dio mi primera oportunidad para predicar en una reunión pública. Recuerdo que estaba muy nervioso porque no sabía de qué hablar. Entonces recordé una historia que alguna vez había oído siendo niño y me había sorprendido. Fue la primera historia bíblica que aprendí y fue el tema de mi primer sermón: Noemí y las migajas de la cosecha.
En su primer capítulo el libro de Rut nos relata el incidente. La familia de Noemí parecía tenerlo todo para ser feliz, sin embargo una hambruna inesperada los sorprende en su propia tierra. La Biblia dice que la familia tomó una decisión radical: se mudaron a las tierras de Moab para sobrevivir al hambre. Las escrituras no nos arrojan demasiada luz en cuanto a los detalles de lo que ocurrió a partir de la mudanza, pero lo cierto es que inesperadamente, en tierras ajenas, Noemí pierde a su esposo y a sus dos hijos, «quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido» (Rut 1.5). En apenas cinco versículos la Biblia nos expone una tragedia; una buena familia que se desintegra injustamente. Pero aún hay algo más sorprendente. La mujer se entera de que Dios había visitado la tierra de la cual había emigrado junto a su familia, «porque oyó en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan» (Rut 1.6).
Quiero que trates de identificarte con la historia. Al igual que Noemí estás esperando el cumplimiento de una promesa en tu desarrollo silencioso, en tu carpintería personal. Sabes que en cualquier momento Dios puede elevarte a la plenitud de tu ministerio, pero te estás poniendo nervioso. «No debería tardarse tanto», dices un tanto ansioso. Sabes que tienes que permanecer siendo fiel en las cosas pequeñas y aparentemente intranscendentales, pero el «hambre ministerial» se está haciendo sentir. Desearías hacer algo más que estar en silencio, pero solo tienes una visión que tienes que cuidar.
Ya no abundan las palabras proféticas, ni las proposiciones ministeriales, ni las sensaciones místicas, solo estás soportando esa aparente «hambruna espiritual». Hasta que te hartas de la carpintería y decides moverte; te mudas. Alguien te susurra que hay un lugar donde «se come bien»; un sitio donde puedes recibir tu certificado sin rendir el examen. La oferta parece tentadora. Puedes sortear la materia de la espera. Una iglesia donde sí valoren tus dones; otra organización donde no tengas que ir a un seminario para ser pastor; una congregación donde agradezcan tus esfuerzos; un lugar donde puedas desarrollarte como líder. Parece una buena decisión, pero los resultados son patéticos.
Noemí lo pierde todo por haberse movido de su lugar. Ahora no tiene esposo, ni hijos, solo dos nueras de las cuales una sola le será fiel.
La Ley de Dios estipulaba que al recoger la cosecha las familias no debían segar a fondo, a fin de dejar un poco para las viudas y los huérfanos. Así que Noemí regresa a su lugar de origen para recoger las migajas de la cosecha. Pudo haberlo tenido todo, pero no estuvo allí cuando Jehová visitó la tierra y les dio el pan. Hay un momento, un segundo en los tiempos divinos, donde el Señor te visitará con los planos completos de tu vida y tu ministerio. No te hablo del bautismo en el Espíritu Santo, sino de un toque de la presencia de Dios; y lo único que se te pide es que estés en el lugar correcto, a la hora indicada.

martes, 6 de marzo de 2012

DIOS CUMPLIRÁ SU PROPÓSITO EN TI PORQUE TE AMA!!!


Así que, “…no te sorprendas de tener que afrontar problemas que ponen a prueba tu confianza en Dios. Eso no es nada extraño. Al contrario, alégrate de poder sufrir como Cristo sufrió, para que también te alegres cuando Cristo regrese y muestre su gloria y su poder.” 1 Pedro 4.12-13
Por eso, “Sigamos confiando en que Dios nos salvará, y no dudemos ni un momento, porque él cumplirá lo que prometió“. Hebreos 10.23.

El perro Dingo

LEA: Filipenses 2:1-4
No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. —Filipenses 2:4



Donde yo vivo, Harry Tupper es una leyenda de la pesca. En el Lago Henry, en la zona este del estado de Idaho, en los Estados Unidos, hay un lugar que lleva su nombre: «El agujero de Tupper».
Lo que más recuerdo de Harry, aparte de su extraña habilidad para pescar esas inmensas truchas del lago, es su perro: Dingo. ¡Ese sí que era un perro! Dingo solía sentarse al lado de su amo en el bote y observaba fijamente mientras él pescaba. Cuando el viejo pescador enganchaba una trucha, Dingo ladraba furiosamente hasta que el pez se atrapaba con una red y, después, era liberado.
El entusiasmo de Dingo me enseñó algo: Es mejor entusiasmarse con lo que hacen los demás que con lo que uno hace.
Así que, cuando leo Filipenses 2:4 y pienso en Dingo, me pregunto: ¿Dedico tiempo a pensar en «lo de los otros»? ¿Me entusiasmo con lo que Dios está haciendo en y a través de un amigo como lo hago con lo que hace en y a través de mí? ¿Anhelo ver a otros crecer en la gracia y triunfar, aunque quizá hayan prosperado como resultado de mis esfuerzos?
Esta es la medida de la grandeza, porque somos más semejantes a Dios cuando nuestros pensamientos sobre nosotros mismos se pierden en medio de las reflexiones sobre los demás. Pablo lo expresó mejor, al decir: «… estimando cada uno a los demás como superiores a [uno] mismo» (2:3). ¿Vivimos de este modo?

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